Un aroma refrescante y un olor particular signaron esta semana de lluvias ininterrumpidas de otoño. Con su emblema nostálgico y sus cielos grises esta estación del año impregnó de recuerdos acogedores a los fanáticos de dormir la siesta con una manta caliente y el sonido de la lluvia de fondo. Al comienzo o al término de esta puede sentirse un aroma particular, un tanto indescriptible e irrepetible, que solo con su aparición puede detectarse: “el olor a lluvia”.

“El olor a lluvia” no es un fenómeno extraño, todos en algún punto lo sentimos. Es ese aroma particular que surge cuando las gotas van a caer y queda impregnado en el aire por un período de tiempo y en este caso, por bastante tiempo. Se trata de una fragancia que trae consigo emociones y recuerdos: reuniones familiares en un asados de domingo lluvioso, una película nocturna con la lluvia de fondo o una ida al trabajo con paraguas. Ese olor son esos momentos.

“Petricor”, una palabra que describe este particular fenómeno

Luego el “olor a lluvia” habilita un nuevo aroma, el de “tierra mojada” que también se ha hecho presente en nuestras detecciones olfativas por estos días. Estas fragancias que tienen que ver con fenómenos y acontecimientos, ¿son realmente reales?. Para responder a esta pregunta, los científicos Isabel Joy Bear y Richard Tomas decidieron investigar y dieron con una respuesta bastante satisfactoria.

“Petricor” es la palabra que le da nombre a esta idea un tanto indescriptible que proviene del griego “petros”, es decir “piedra”, e “ichor”, que significa “el fluido que fluye por las venas de los dioses, sin embargo esta palabra sigue siendo estudiada por la RAE. De acuerdo a los investigadores, el “olor a lluvia” proviene de una combinación de elementos que logra este aroma tan característico. En este proceso participan bacterias, plantas y sustancias que hacen a la percepción de nuestras narices.

El olor a lluvia, ¿realmente existe?: los descubrimientos de la ciencia

Este “olor a lluvia” se origina a partir de la combinación de aceites liberados por las plantas durante períodos de sequía y bacterias presentes en el suelo, conocida como geosmina. Estos aceites y bacterias atrapan diminutas burbujas de aire que contienen los productos químicos de la superficie. Posteriormente, estas burbujas rebotan en el aire, explotan y liberan aerosoles que llevan consigo las esencias de la geosmina y el “petricor”.

Por su parte, investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts afirmaron en 2015 que la fragancia asociada a la lluvia surge tras un mecanismo que comienza cuando una gota de lluvia golpea una superficie porosa y atrapa pequeñas burbujas de aire en el punto de contacto. Los científicos descubrieron, utilizando cámaras de alta velocidad, que, como en una copa de champán, las burbujas se disparan hacia arriba y finalmente estallan en forma de aerosoles.

Estos aerosoles, según sospechan diversos investigadores, en ambientes naturales pueden transportar elementos aromáticos, junto con bacterias y virus almacenados en el suelo, y pueden liberarse durante lluvias ligeras o moderadas propagándose luego mediante ráfagas de viento. Así, para la decepción de algunos, “el olor a lluvia” no existe, pero si los aromas causados por la misma, que se provocan una vez comienza.